foto de Gorka Lejarcegi
Aparece hoy la reseña a la edición de la Obra entera, de Rafael Cadenas, que la editorial Pre-Textos tuvo el acertadísimo tino de publicar. Se apuntan un tanto que muchas editoriales de la península le envidiarán por años. Todos los que conozcan a Rafael Cadenas y a su obra sabrán a qué me refiero; pero mucha más suerte tendrán los que no hayan leído nunca nada suyo: ¡Van a leer la adictiva poesía y la inteligentísima prosa suya por primera vez! ¡Qué cochina suerte la que tienen! ¡Son unos te llamas hoja húmeda del carrizo!
Pues sí. Nuestro Rafael, uno de los más grandes poetas venezolanos y del español, reúne en un solo volumen lo escrito entre 1958 y 1995, oportunidad extraordinaria para atesorar esa golosina en el rincón más acogedor de la casa. Nuestro Rafael, ese poeta mítico que uno se encontraba en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela y alucinaba, ese poeta que llena auditorios como si se tratara de una estrella del rock (pero es que la poesía...); ese poeta irreductible y silencioso, tímido y feroz, enrañable y discreto: un poeta desde que lo lees hasta que le deseas buen viaje cada vez que regresa a Caracas. Y más allá.
Cada uno de los que hemos compartido con Rafael Cadenas alguna actividad, alguna anécdota, la pegajosa alegría de Milena, su esposa, tan distinta y cercana al poeta; cada uno de nosotros, elegidos por el destino para recordarlo con afecto y sentirnos parte de sus días, hemos sido unos privilegiados. Tan privilegiados que no podemos sino desear que todos, todos y cada uno de los que lean sus poemas y sus pensamientos tenga siquiera por una vez la suerte de saludarle, de compartir el mismo espacio. Uno de los días más felices de mi vida fue aquel en que compartí mesa salmantina con él, Lázaro Álvarez y otro gigante, Eugenio Montejo. Un día de gatos, de muñecos y fantasmas. Como los que suele regalar Salamanca.
Aquí les dejo el link con la nota de la Babelia de hoy: pulsen aquí
Pues sí. Nuestro Rafael, uno de los más grandes poetas venezolanos y del español, reúne en un solo volumen lo escrito entre 1958 y 1995, oportunidad extraordinaria para atesorar esa golosina en el rincón más acogedor de la casa. Nuestro Rafael, ese poeta mítico que uno se encontraba en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela y alucinaba, ese poeta que llena auditorios como si se tratara de una estrella del rock (pero es que la poesía...); ese poeta irreductible y silencioso, tímido y feroz, enrañable y discreto: un poeta desde que lo lees hasta que le deseas buen viaje cada vez que regresa a Caracas. Y más allá.
Cada uno de los que hemos compartido con Rafael Cadenas alguna actividad, alguna anécdota, la pegajosa alegría de Milena, su esposa, tan distinta y cercana al poeta; cada uno de nosotros, elegidos por el destino para recordarlo con afecto y sentirnos parte de sus días, hemos sido unos privilegiados. Tan privilegiados que no podemos sino desear que todos, todos y cada uno de los que lean sus poemas y sus pensamientos tenga siquiera por una vez la suerte de saludarle, de compartir el mismo espacio. Uno de los días más felices de mi vida fue aquel en que compartí mesa salmantina con él, Lázaro Álvarez y otro gigante, Eugenio Montejo. Un día de gatos, de muñecos y fantasmas. Como los que suele regalar Salamanca.
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