Epígono, el voto roto y el venado muerto... han sido los nombres que se me ha ido ocurriendo para este post, pero ahora mismo me doy cuenta de que todos estos nombres tienen una característica común, mi desagrado ante algo que leo, oigo o veo: Marías dice hoy que muchos de los estudiantes de guión desconocen por completo la historia del arte al que van a dedicarse [el cine], no como él, que ha visto ha leído y ha dicho todo -qué irritante; tarek William Saab, el gobernador del estado Anzoátegui, en Venezuela, rompió su voto el domingo pasado delante de las cámaras y volvió a votar -lo que es un delito-, pero la que fue presa fue una señora de ochenta años cuyo voto -realizado por otra persona- no correspondía a sus deseos -repugnancia ante la impunidad del pésimo poeta que gobierna el estado oriental; el ministro español Fernández Bermejo caza sin licencia porque "se le pasó" sacarla -sin comentarios y a la espera de que le metan una multa, como corresponde, y él debería ser el primero en promoverla.
Palo, palopalomalo, es la única palabra que se me ocurre, aunque sea un poco represiva. Pero es que... ¡francamente, chico!
Palo, palopalomalo, es la única palabra que se me ocurre, aunque sea un poco represiva. Pero es que... ¡francamente, chico!