339. Sicko

Ayer estuve viendo Sicko el documental de Michael Moore sobre el sistema privado de salud en Estados Unidos comparado con los sistemas públicos de otros países como Canadá, Reino Unido y Francia (y, como colofón irónico, el de Cuba); y debo confesar que me conmovió aun cuando sabía que de muchas maneras, y como ya es su costumbre, nos estaba contando sólo la parte que le interesa.
En todo caso, los testimonios sobre las compañías de seguros en Estados Unidos son aterradores y se le quitan las ganas a uno de vivir en semejante país con un sistema en el que, según se dice en el documental, te sacan un ojo de la cara por tenerlo y cuando lo necesitas buscan todas las excusas que pueden para no pagarte nada.
No me extrañaría que esa fuera una práctica habitual de las aseguradoras. Pero debo confesar que no le tengo nada de confianza a los documentales de Moore porque me parecen que tienen truco, aunque en este momento no sepa decir dónde está. Él sigue la tradición ya célebre de Robert J. Flaherty, que en 1922 estrenó Nanuk, el esquimal, sobre la vida de este inuit del polo norte. Todo muy real y muy ecológico... salvo por el detalle de que muchas de las tomas fueron expresamente preparadas por el director para que Nanuk pareciera más "salvaje" de lo que era a los ojos de sus "civilizados" espectadores. Así que es un documental "tuneado"; y así mismo me parecen los documentales de Moore: están tuneados para que funcionen más como documentos para denunciar una situación determinada y fijar una posición ideológica al respecto que para presentarla tal cual ocurre a los espectadores. Bastante decimonónica, por cierto, la estrategia del autor de Bowling for Columbine, porque se parece a aquel ya nostálgico Realismo Documental y Crítico que tan bien cultivaron autores como José Eustasio Rivera y Rómulo Gallegos.
Dicho todo lo cual, no dejo de reconocer que la capacidad para impactar con las imágenes de Michael Moore es prodigiosa y uno no se aburre viendo sus trabajos. Eso sí: hay que tener los ojos muy abiertos y ser muy crítico con cada palabra que te diga; que, si no, muerdes el anzuelo y terminas creyendo que Nanuk nunca vio un par de bluyines ni se montó en una camioneta. Documenttore, tradittore, dirían los italianos...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuentan los hombres dignos de confianza (pero Darwin sabe más), que Michael Moore no es uno de ellos.
Yo, que no tengo la confianza de nadie, he puesto a Michael Moore en mi lista y lo amo tiernamente. Es cierto que sus documentales no son "objetivos," pero ¿quién dice que tendrían que ser? Yo los veo un poco como ensayos (que nunca han sido, ni jamás serán objetivos).
¿Hay que tener un ojo crítico con Michael Moore? ¿Y con quién no hay que tener ojo crítico...?
Cuando me levanto por las mañanas y pienso en las cosas que están pasando en el mundo, me alegro de saber que, por una vez en la vida, hay un radical que está de mi lado.

Juan Carlos Chirinos dijo...

no, si yo me divierto mucho viéndolos, pero no me fío.
Barbie: debo llamarte, pero es que estoy full en la calle: pero prometo hablar contigo el finde, ¿sí?
besos y gracias por pasar por aquí...

©El cuaderno de Taganga, 2005, 2006, 2007, 2008
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