-¿Puedes creer? -dijo el cazador a Cernunnos -¡No tengo licencia para matarte!
-Sin embargo, me disparas, ministro -respondió Cernunnos y engrameó las testa.
-Es que esa es mi naturaleza.
-¿Y las leyes? ¿No se supone que tú defiendes las leyes?
-¡Ah! Pero para que los demás las cumplan, hijo, para que los demás las cumplan -concluyó el ministro cazador, apuntando con gran destreza al entrecejo de Cernunnos, que decidió seguir comiendo yerba.
"Quién sabe", caviló el dios, "quizá también se habrá olvidado de cargar la escopeta."
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